jueves, 19 de marzo de 2015

10. Las Aventuras De Sherlock Holmes. Arthur Conan Doyle.


Traducción Armando Lázaro Ros
Ilustración de la sobrecubierta Josep García
Arthur Conan Doyle escribía historias de Sherlock Holmes en su consulta londinense de oftalmología mientras esperaba la visita de algún paciente. Estos, preferían leer los relatos sobre el detective de moda, publicados en la revista The Strand Magazine, a visitar la clínica. Pronto, el jugador de rugby profesional, el portero de fútbol, boxeador y doctor, se dedicará solo a escribir las -para él, incomprensiblemente- esperadas y prestigiosas entregas, a las que tachaba de "esbozos superficiales" casi sin interés literario.
"Las aventuras de Sherlock Holmes", publicadas ya como libro en 1892, son la primera colección de relatos del canon holmesiano, compuesto por un total de 56 relatos y 4 novelas. Entre los 12 interesantes y entretenidos casos relatados se encuentran "La aventura de un escándalo en Bohemia" en el que Holmes conocerá a su icono femenino Irene Adler; y "La aventura de la banda de los lunares", la que fuera para el autor, la mejor historia de Sherlock Holmes y que llevaría al teatro como producción propia.

Las aventuras son narradas por el Doctor John H. Watson, inseparable "compañero y colaborador" y "único amigo" del protagonista. Watson es el fiel escudero -del quijotesco Holmes- y su guardaespaldas -es quien suele portar revolver-. Sherlock dirá a su álter ego "Watson, tiene usted el magnífico don de saber callar. Eso le hace inapreciable como compañero". Este "biógrafo entusiasta" relatará con sencillez narrativa y clara admiración, las maravillosas capacidades de Holmes para resolver casos, a priori, indescifrables.
Portada de la 1ª edición de 1892
Sherlock Holmes estaba "dotado de alma bohemia, sentía aversión a todas las formas de la vida de sociedad, y permanecía en sus habitaciones de Baker Street, enterrado entre sus libracos, alternando las semanas entre la cocaína y la ambición, entre los adormilamientos de la droga y la impetuosa energía de su propia y ardiente naturaleza". Watson le conoce y describe bien: "Su inteligencia fría, llena de precisión" (...) "la máquina de razonar y de observar más perfecta que ha conocido el mundo" (...) "el sabueso, el perseguidor implacable, agudo, ágil" (...) "con asombrosa habilidad para el empleo de disfraces" (...) "Cuando Holmes se especializó en criminología, la escena perdió un actor" (...) "que trabajaba más bien por amor a su arte que para enriquecerse". Cómo diría uno de sus enemigos: "Holmes, el entremetido. ¡Holmes, el enredador! Holmes, el mandamás de Scotland Yard". Aunque trabajaba por libre, colaboraba con la policía, de alguno de cuyos miembros le sorprendía su "inaudita imbecilidad". Holmes el investigador, el benefactor, el químico, el violinista, el boxeador, el egoísta y el misógino. "Las mujeres son por naturaleza aficionadas al encubrimiento, pero les gusta ser ellas mismas las encubridoras" (...) "Es peligroso quitar su cachorro a un tigre, y también es peligroso arrebatar a una mujer una ilusión" (...) "existen mujeres en las que el amor que tienen a sus amantes apaga todos los otros amores". Desde que "el ingenio de una mujer desbarató los planes mejor trazados de Sherlock Holmes. En otro tiempo, acostumbraba este a bromear a propósito de la inteligencia de las mujeres; pero ya no le he vuelto a oír expresarse de ese modo (...) Y siempre que habla de Irene Adler, le da el honroso título de la mujer".

Retrato de Sherlock Holmes e ilustraciones, de Sidney Paget
Las aventuras de Sherlock Holmes se nos presentan como casos y enredos misteriosos, aparentemente imposibles de descifrar o como simples, vulgares y evidentes crímenes de claras autorias. Los primeros serán certeramente solucionados por Holmes y para los segundos, nuestro detective, venía a ser "una especie de alto tribunal de apelación" para los inocentes a los que libraba de ser culpabilizados y sentenciados judicial y socialmente.
Holmes usaba el pensamiento deductivo propio de la metodología científica. "Constituye un craso error el teorizar sin poseer datos. Uno empieza de manera insensible a retorcer los hechos para acomodarlos a sus hipótesis, en vez de acomodar las hipótesis a los hechos" (...) "¡Datos, datos, datos! Yo no puedo fabricar los ladrillos sin arcilla!". Las evidencias, las pruebas están ahí y él sabe verlas: "Invisibles no, Watson, sino inobservadas. Usted no supo dónde mirar" (...) Es posible que yo me haya entrenado en fijarme en lo que otros pasan por alto" (...) "De la misma manera que Cuvier sabía hacer la descripción completa de un animal con el examen de un solo hueso, de igual manera el observador que ha sabido comprender por completo uno de los eslabones de toda una serie de incidentes, debe saber explicar con exactitud todos los demás, los anteriores y los posteriores".

Peter Cushing en El regreso de Sherlock Holmes
BBC 1971
Pero Holmes -¿o Conan Doyle?- no está muy conforme con las narraciones que de sus aventuras hace Watson, recriminándole sus "defectos literarios": "El crimen es cosa vulgar. La lógica es cosa rara. Por consiguiente, usted debería hacer hincapié en la lógica más bien que en el crimen. Usted ha rebajado lo que debería haber sido un curso de conferencias hasta reducirlo a una serie de novelas".
Estas desavenencias literarias entre el autor y el personaje, llevó a Conan Doyle a concertar con el profesor Moryarti la muerte de Sherlock Holmes en el episodio "El problema final" (publicado en "Memorias de Sherlock Holmes"); lo que fue calificado por el escritor como "homicidio justificable". La reacción de los lectores fue contundente: miles de lectores cancelaron la suscripción a The Strand Magazine, luto en los sombreros de la city, y su propia madre dejó de hablarle... Sherlock Holmes volvió del más allá en el relato "La casa vacía" (publicado en "El regreso de Sherlock Holmes").
La ya mala relación entre personaje y autor había empeorado. Más si cabe en cuanto Arthur Conan Doyle quedó para siempre eclipsado por Sherlock Homes. La estatua existente en Edimburgo, lugar de nacimiento del escritor, no es otra que la del investigador. Un personaje que sobreviviría a su creador. Más de 50 escritores han continuado la saga después de 1930, fecha en la que fallece Conan Doyle.
"Si nunca hubiera creado a Sherlock Holmes, mi posición en la literatura sería mucho más importante". Esto lo decía quien mejor había retratado la atmósfera victoriana, además de inocularnos para siempre la figura enjuta del investigador por excelencia y de la pipa, la gorra, el gabán y la lupa como símbolos perennes de la búsqueda de la verdad.
"Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan" Jorge Luis Borges.
Cádiz, marzo de 2015

Arthur Conan Doyle
(Edimburgo, 22 de mayo de 1859 - Crowborought, 7 de julio de 1930)
En pantalla, revista The Strand Magazine de 1917.

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